Blog para no olvidar mi viaje en moto a Nordkapp y Noruega. Y, bueno, algún otro viajecillo. Sin más pretensiones.

Primer viaje: Nordkapp en verano 2011, lo que viene a ser una vuelta en moto a lo largo de 8 países, en 17 días y con 13.000 kilómetros recorridos (11.000 en moto y 2.000 en ferrys)

Segundo viaje: Escapada a Marruecos en Navidad 2012.

Tercer viaje: Rumbo a Turquía: viaje en solitario a Turquía pasando por los Balcanes, en verano 2015. Casi 10.500 kms y 10 o 12 países (según se mire)

Cuarto viaje: THERE AND BACK AGAIN. Viaje en solitario a Lituania. Más de 8.000 kms en 8/9 días.

domingo, 28 de agosto de 2011

DIA 9: viernes 22 de julio. SVOLVÆR – MO I RANA 480 kms




Arriba! Hemos dormido 6 horas, que no está nada mal para la media que llevamos. Junto al aseo – lavandería comunitarios, hay otra habitación para preparar algo de comer, con cocina, cafetera, cereales, etc., así que nos preparamos un cafelito, pan con fiambre, los yogures que compramos ayer, y emprendemos la marcha.




Vamos pasando por los puentes que unen las islas, en dirección al embarcadero del ferry que va a Bodø. A menudo, los puentes son de un solo carril y hay un semáforo porque no caben dos coches a la vez. De repente, algo me llama la atención. No sé si sabéis que los escandinavos son muy aficionados a poner su bandera en sus viviendas, y en los pueblos es muy normal que las casas tengan un mástil donde ondea la bandera de su país. Me doy cuenta de que hay una bandera a media asta. Sin que me dé tiempo a pensar, observo que la siguiente también, y la otra, y la otra… Le digo a Begoña a través del intercomunicador: “-Ha debido de morir alguien muy conocido en este pueblo, fíjate, todas las banderas están a media asta-.“

No podemos pararnos a hacer fotos si queremos llegar al ferry una hora antes, como nos dijo la chica de Turismo. O sea, que vamos más o menos como siempre. Pasamos cerca de la población con el nombre más corto de Noruega (y de parte del mundo), se llama: Å.
Apenas pasado Reine (dicen que es el pueblo más fotografiado de las Lofoten), llegamos al embarcadero.

Nos ponemos en la fila, hemos llegado una hora antes pero hay muchos vehículos…vamos a ver si hay plazas para nosotros. Algún tiempo después pasa un chico vendiendo tickets y organizando las filas para la entrada al barco. Nos dice que ya no hay sitio para nosotros. Vaya! Pero si falta una hora aún para que llegue el barco! Le apretamos un poco, tratamos de conseguir que nos hagan un hueco. Los noruegos no están acostumbrados a esas cosas, si intentas regatearles un precio se desconciertan porque no entienden qué es lo que quieres (yo tampoco sé regatear, ya te digo que yo tengo genes escandinavos…) El pobre muchacho, totalmente confundido, consulta con sus compañeros. Todos ponen cara de desconcierto, hablan entre ellos y levantan los hombros. El chico vuelve y prácticamente se disculpa por no poder embarcarnos. Me da hasta pena, el pobre es que quisiera hacer lo que pedimos pero las plazas están cubiertas, y no le cabe en la cabeza qué se puede hacer más. Carecen de la picaresca y el chanchulleo español.

El siguiente ferry sale dentro de tres horas y media. Nos sentamos en la cafetería del embarcadero a tomar una café y hacer tiempo. Es la primera vez que tenemos algo de tiempo libre, sin nada programado, y nos sentimos algo perdidos, sin saber qué hacer. Javier coge la cámara de video “aventura” que lleva en la moto. Es una cámara diseñada para llevar en el casco de la moto o en cualquier otro sitio mientras realizas alguna actividad, es cilíndrica y bastante pequeña, recubierta de goma para que sea impermeable y resistente a los golpes. O sea, estupenda para nuestro viaje. Javier la ha puesto en un costado de la moto con intención de grabar mientras vamos en ruta. Pero tiene un aspecto negativo, y es que es bastante básica: sólo tiene un botón de on/off, y además no tiene visor, así que no puedes ver lo que estás grabando ni en ese momento ni después, hasta que no descargues lo grabado en el ordenador. Por ello, no sabremos hasta la vuelta si la cámara ha grabado algo que valga la pena, o si la ubicación no era correcta y sólo ha grabado el carenado, el asfalto o las nubes.


Javier hace un irónico comentario de desagrado respecto a las tres o cuatro horas que llevaba grabadas hasta ese momento, y nos muestra el pequeño objetivo de la cámara. Allí, perfectamente centrado, yace un enorme mosquito con todas las patas y alas extendidas, ocupando el máximo espacio posible. Como si su último pensamiento antes de morir hubiera sido: “Vale, yo voy a palmar, pero os voy a joder la grabación, mamones…aaaaajjj” (aquí debería oírse de fondo la Marcha Fúnebre de Chopin). Nos reimos pese a ser conscientes de que puede que no tengamos más que unos minutos de grabación, porque las nubes de mosquitos las encontramos hace muchos días, en Finlandia, justo cuando comenzó a grabar, y es posible que el mosquito nos acompañe desde entonces. Bueno, ya no se puede hacer nada, sólo limpiar el objetivo y revisarlo de vez en cuando para desalojar a otros insectos polizones. Ya en casa comprobaremos que el mosquito no es finlandés sino de las Lofoten, porque la eutanasia se produjo el día de antes, camino de Svolvær. (Resuelto el enigma del vídeo chorra del día 8: no es una gota de agua, sino el fantasma del mosquito lofoteño).

Por fin llega el siguiente ferry, y esta vez somos las primeras motos en entrar. Las sujetamos con las cinchas (la travesía dura unas tres horas), y subimos a cubierta. Nos alejamos poco a poco de las Lofoten, hacemos un par de fotos y dejamos grabadas unas preciosas imágenes en nuestra memoria.






Como es habitual, hace un viento bastante frío en cubierta, pero nosotros llevamos la ropa de cordura de la moto y estamos estupendamente. Tan bien estamos que nos quedamos dormidos en cubierta, Begoña y yo en hamacas, y Javier tumbado directamente en el suelo.
Cuando estamos a punto de llegar a Bodø, nos despertamos y entramos a tomar un café. En ese momento recibo un sms de mi amiga Luz Marina, que dice: “Atentado en Oslo. ¿Estáis bien?”. Inmediatamente recuerdo las banderas a media asta, y me pregunto si tendrá algo que ver. Vamos comentando el tema mientras bajamos a la bodega a por las motos. Durante el día recibiré más mensajes de amigos preocupados,  a los que agradezco enormemente su interés.

La carretera se dirige hacia el este, hacia el interior, y luego de nuevo hacia el sur. Rodamos a buen ritmo, entre bosques y casitas de madera salpicadas aquí y allá. Junto a la carretera, en un pequeño prado, hay un caballo pastando plácidamente. Pasamos junto a él bastante cerca, y en ese preciso momento me doy cuenta: no es un caballo, ¡¡es un alce!! Tengo un coche detrás, no puedo parar y nos quedamos sin la foto. Pero hemos pasado a pocos metros de un alce, el único que veremos en este viaje.

La carretera asciende, el frío aumenta y el paisaje se endurece. Ya no hay árboles, sólo tundra desnuda azotada por el viento polar. Frío, más frío, y llovizna. A la derecha está el glaciar Svartisen (Hielo Negro), no podemos verlo pero sí que sentimos claramente el fresquito…no en vano es el segundo más grande de Noruega. Javier rueda en cabeza, nosotros le seguimos a unos cincuenta metros. De repente veo algo botando por la carretera, cuando está a unos tres o cuatro metros de nosotros de doy cuenta de lo que es, freno y le grito a Begoña: ¡la cámara, coge la cámara! Efectivamente, era la cámara de video de Javier, que se había desprendido del carenado y se marchaba a vivir su propia vida. La recogemos y damos alcance a Javier, que se había detenido a esperarnos al ver que no veníamos detrás, y que no se había dado cuenta de lo de la cámara. Análisis de daños…la carcasa está partida pero sigue sólidamente unida, no podemos saber nada más. Habrá que suponer que funciona y seguir grabando, y cuando estemos en casa sabremos si realmente ha grabado algo o no. Vaya tela, primero lo del mosquito y ahora esto…en fin.

Cuando faltan unos 80 kms para llegar a Mo i Rana, encontramos el Polarsirkelsentrer, una especie de tienda-museo situada exactamente en la latitud 66º33´, es decir, justo en el Círculo Polar Ártico. Aprovechamos para tomar un café y hacer algunas fotos. Intentamos varias veces llamar a casa, pero no lo conseguimos, suponemos que el atentado ha debido de colapsar las líneas.



Continuamos nuestro camino y pronto el paisaje vuelve a cambiar, tornándose tan espectacular que no dejamos de hacer comentarios a través de los intercomunicadores. Como sabemos que Mo i Rana es una población que no tiene nada de interés, decidimos pernoctar en unos hytters que encontramos nueve kms antes de la ciudad.

Las cabañas estaban junto a un ancho y apacible río, rodeadas de bosque, en un paraje absolutamente idílico. Un par de pescadores tendían sus cañas desde la orilla, y otro más buscaba su trofeo desde un bote solitario. Éste ha sido el entorno más bonito en el que hemos pernoctado. El silencio, que tantas veces nos ha llamado la atención durante este viaje, aquí era casi palpable, casi tangible. (Hace unos días Javier nos regaló una de sus frases lapidarias: -“Joder qué silencio…no se oyen ni las chicharras”- Jajaja, ¡chicharras aquí, al norte del Círculo Polar, con estas temperaturas!).



No tenemos muchos víveres, así que vamos a una gasolinera cercana a cenar, aprovechando que no llueve mucho. Allí, junto a la gasolinera, sobre una casa de madera con el tejado de hierba, vimos un arco iris formando un semicírculo perfecto, de extremo a extremo, con los colores tan nítidos que en cualquier momento podríamos haber visto también a Heimdal, el guardián del arco iris, siempre atento para evitar que nadie pueda acceder a través de él a la tierra de los dioses. Sí, son las cosas de la mitología escandinava, pero hay que estar allí y ver ese arco iris tan real, tan fisico, para poder comprender que los antiguos nórdicos pudieran creer ciertas cosas...



Y AHORA LAS FOTILLOS DEL DÍA:


Adiós, Lofoten!

Polarsirkelsentrer

Haciendo el tonto en el Polarsirkelsenter


La gente amontona piedras por allí, no sé por qué.

Remanso de paz...

Más vistas desde la cabaña



Radar noruego. Tooomaaa!!!





sábado, 27 de agosto de 2011

DIA 8: Jueves 21 de julio. STORSLETT - SVOLVÆR (Islas Lofoten) 510 kms






Desayunamos en el Guesthouse, y descubrimos que las motos que vimos fuera son de unos moteros suecos que estaban alojados en el mismo sitio que nosotros en Rovaniemi. Evidentemente están realizando el mismo recorrido que nosotros, o muy similar.

Nos dirigimos al archipiélago de las Islas Lofoten, todavía por encima del Círculo Polar Ártico. La carretera tiene buen firme e invita a circular con alegría. Como de costumbre sólo nos detenemos en las gasolineras, y siempre buscamos las Statoil por aquello del cafelito gratis…aunque llamar a lo que beben los noruegos “café” es un exceso injustificado de buena voluntad. En general se parece a un café, pero bastante aguado, lo que nos llevó a realizar un riguroso y concienzudo estudio acerca de la cantidad de cafeína que contiene una taza promedio de café de una gasolinera Statoil. Según los datos que manejamos, producto de un muestreo más que significativo a todo lo largo de Noruega (no digo a lo ancho porque Noruega ancha, lo que se dice ancha, no es), hemos observado que la concentración aumenta cuanto más al sur nos encontramos y cuanto más aprendemos a manejar las puñeteras máquinas con sus instrucciones claramente explicadas en noruego. Así, podemos concluir que el porcentaje de cafeína por taza oscila entre menos de una diezmillonésima parte en el norte, y unamierdecilladená en el sur, según hemos corroborado con nuestra experiencia personal.
Antes de llegar a Narvik nos desviamos por la E10. El paisaje es precioso. Estamos un poco intranquilos, porque hace bastante que no vemos gasolineras y llevamos más de doscientos kms. recorridos, lo que quiere decir que la moto de Javier tiene el depósito casi vacío. En un pueblo hay una indicación de gasolinera, pero no la vemos por ningún lado. Javier posteriormente sopesará la posibilidad de que sea una gasolinera de barcos… el caso es que no hay gasolinera a la vista.
Continuamos cruzando mentalmente los dedos, y por fin encontramos algo parecido a una gasolinera. Bueno, en realidad no es más que un solitario surtidor, con su correspondiente pago por tarjeta. Más nos vale que tenga gasolina, y que las tarjetas funcionen, porque en varias ocasiones no hemos logrado que acepte ninguna de las seis tarjetas…y si no conseguimos repostar, la cosa se va a complicar bastante.
Los dedos cruzados muestran su eficacia y todo va bien: repostamos sin problemas. Decidimos aprovechar la parada para comer algo en una mesa de madera que hay cerca.

Entramos en las Lofoten a través de un puente, ya que las islas están todas unidas entre sí por puentes y túneles. El archipiélago parece un muro cerrado cuando se observa desde Bodø, por eso también se le conoce como “Lofotveggen” (el muro de las Lofoten).
Las islas Lofoten se caracterizan por sus altas montañas nevadas, fiordos, islotes, playas y grandes áreas vírgenes. Aquí se produce la mayor anomalía en cuanto a temperaturas del mundo: teniendo en cuenta que todavía estamos al norte del Círculo Polar Ártico, en invierno debería hacer un frío pelón que te cagas, sin embargo, gracias a la Corriente del Golfo su temperatura media permanece por encima de 0º C durante todo el año, y así las Lofoten no se congelan. Pero vamos, que más frío que en las Canarias tiene que hacer, para bañarse tampoco veo yo la cosa…


Las vamos recorriendo mirando sin cesar a los lados el espectáculo de nieve, vegetación y cascadas, y finalmente llegamos a Svolvær, donde haremos noche. Junto a una gasolinera (Statoil, por supuesto) encontramos una Guesthouse. Realizamos la inevitable llamada telefónica, y decidimos quedarnos a pesar de que las habitaciones no tienen baño dentro, sino compartido, en una habitación enfrente de nuestra puerta. No nos importó por varios motivos: en primer lugar parecíamos ser los únicos huéspedes del lugar -o al menos del pasillo-, y en segundo lugar porque ya habíamos observado que los escandinavos son realmente cuidadosos con las cosas comunitarias, de hecho cuidan más lo que es de todos que lo suyo propio. No sé si he hecho alguna referencia a los aseos de las gasolineras en Finlandia y en Noruega. Normalmente sólo hay un aseo en la gasolinera, es decir que lo comparten hombres y mujeres. Pero están siempre impecables como si acabasen de limpiarlos en ese momento, nunca encuentras nada sucio, ni un papelito en el suelo ni una gota de pis (con perdón por el exceso escatológico), huele a limpio, no falta papel y además algunos tienen como unas funditas de papel desechables para poner en la tapa por si tienes que sentarte…son momentos en los que te avergüenzas de ser español, porque, ¡¡¡qué diferencia con los aseos de las gasolineras españolas!!! En fin, mejor dejemos el tema, que me enciendo…
Aprovechamos que hay lavadora y secadora para hacer la colada. O mejor dicho, intentamos hacer la colada, porque no nos aclaramos con el funcionamiento de la lavadora, probablemente por culpa de esa extraña manía que tienen los noruegos de poner todos los letreros de las máquinas en noruego… “-Bueno, a ver, esto deben de ser los programas, no? Y el botón de funcionamiento éste de aquí…-“
Pues nada, que no. La lavadora no funciona. Nosotros venga a tocar los diferentes botones y ruedas de la lavadora: “-Dale a éste, no no, gira la rueda hacia la derecha…no, la otra derecha, joder… ¿Qué es ese ruido que hace? Fffff…funcionar no funciona pero aquí huele a quemado…Ah, no sé, como soy anósmico no lo huelo…(ya empezamos) ¿y si le damos aquí? A mí ese ruidito no me gusta nada, y te digo que huele a cuerno quemado…no, si al final esto va a salir ardiendo joder…-“
Total, al final Begoña consiguió hacerla funcionar por el inesperado procedimiento de abrir la llave de paso del agua de la lavadora. ¿A quién puñetas se le ocurre cerrar la llave de paso del agua de la lavadora? Están locos estos noruegos… En fin, que conseguimos hacer funcionar la lavadora, con el democrático resultado de unificar los colores de toda la ropa en un único tono gris-azulado de lo más intrigante, y de convertir los pantalones blancos de Javier en un práctico (y caro) trapo para limpiar la moto (o para vestir al cursi de Kent, el novio de la Barbie, aunque igual también a él le quedan pequeños). Si es que esto nos pasa por limpios, mira que se lo dije: que con cuatro mudas hay para todo el viaje, hombre: día 1: gayumbos del derecho y con la portañuela por delante, día 2: gayumbos del derecho y con la portañuela por detrás, día 3: gayumbos del revés y con la portañuela por delante, día 4: gayumbos del revés y con la portañuela por detrás, y el día 5 se tiran a la basura y se cogen otros limpios…todo es cuestión de organización, leche!
Salimos en busca de una buena cerveza para olvidar el mal rato de la colada. Vamos al centro y preguntamos en la oficina de Información de Turismo acerca del ferry que tenemos que tomar mañana para ir a Bodø: ya no se puede reservar (se reserva hasta 24 horas antes), y nos aconsejan que estemos allí una hora antes para que no haya problemas.



Svolvær es muy pequeño, el único lugar con vidilla es la plaza que está junto al puerto, pero está tomada por cruceristas de aspecto más bien pijo (hay un crucero atracado en el puerto), y sospechamos que nos tomarán por uno de ellos y nos clavarán, así que buscamos en los alrededores.

Nos metemos en una especie de hamburguesería-italiano-kebab, y pedimos pizza y algo de kebab. Mieeerda…no tienen cerveza. No tienen licencia para vender bebidas alcohólicas. Resulta que en Noruega, para vender bebidas alcohólicas es necesaria una licencia, como en EEUU. ¡Pues nosotros no nos quedamos sin nuestra cervecita! Comemos rápidamente (como los pavos, que diría mi madre), y vamos al supermercado antes de que cierren. Ajá, allí están las cervezas…pero coño, ¿por qué están las vitrinas cerradas con cadenas y candados? Tras un momento de desconcierto inicial, una española que vive allí nos lo explica: en osl supermercados sólo se pueden vender hasta las 6 de la tarde, y únicamente cervezas de 2,5 grados. Para las demás cervezas o para licores hay que ir a una licorería, eso sí, antes de las tres de la tarde. A tomar por c… la cerveza…
Resignados (aunque algo frustrados) volvemos arrastrando los pies, mientras en nuestras mentes se forma por primera vez un comentario negativo: “Ojú qué sosos son los noruegos!!!” Compramos en “nuestra” gasolinera zumo, un par de yogures de esos que tienen como un vasito con cereales dentro para mezclarlos, y nos tomamos un chocolate calentito en la imprescindible taza-termo. Y a dormir! (Que sueñes con enormes cervezas fresquitísimas…)

EL VIDEO CHORRA DEL DÍA, Y ALGUNAS FOTOS:














lunes, 15 de agosto de 2011

DIA 7: Miércoles 20 de julio. NORDKAPP - STORSLETT 410 kms



 


Amanece en Nordkapp.
Que noooo, que es coooña, aquí hace meses que ni amanece ni anochece. Nos despertamos, cargamos las motos y tomamos la misma carretera que nos trajo aquí, ahora en dirección sur.

Otra vez a cargar los chismes. Con el tiempo
se convertirá en lo más pesado del viaje.



Esa camiseta güena!!!

  


Hacemos una parada en Honningsvag para repostar y desayunar, y volvemos a pasar el túnel bajo el mar, donde nos volverán a aligerar las carteras en el peaje. A la salida del túnel, la autocaravana que va delante de nosotros reduce bruscamente la velocidad… ¿qué sucede? Oh, nada, lo normal, los puñeteros renos otra vez, esta vez han decidido imitar a los del movimiento 15M y están manifestándose pacíficamente en la salida del túnel…no tienen peligro los bisho estos ni ná…

Por esta zona seguimos viendo tiendas sami, y por supuesto renos… ¡contentos estamos con Santa Claus y sus renitos...!!!



Continuamos hasta Russenes, donde nos desviaremos del camino conocido y de la costa. La carretera E69 (mira, ya puedo decir que he hecho la ruta 69, que mola más que la 66 jejeje) se dirige hacia Alta, donde almorzaremos, atravesando una zona de interior en dirección suroeste. Las carreteras en esta zona de Noruega (en realidad en toda Noruega) son en general bastante lentas, están llenas de curvas y las velocidades medias resultan bastante bajas. Bastante diferente a Finlandia, donde incluso encontramos un tramo muy recto que de repente se hizo muy ancho, y resulta que es utilizada como pista de aterrizaje de aviones, supongo que en caso de emergencia o algo así. Por suerte no se le ocurrió a ningún avión aterrizar sobre nuestras cabezas en aquel instante, hubiera sido muy poco divino de la muerte porque yo venía de la pelu y eso despeina un horror, te lo juro por Snoopy, o sea.

Oooh, qué bonito el arco iris... ¡y una mierda! Si hay arco iris es
porque está lloviendo! Qué jartito lluvia he terminado, ojú

Ya he comentado algo respecto a la desagradable relación inversa que existe en noruega entre la lluvia y la ropa de lluvia: en el momento en que te pones el mono de lluvia, deja de llover, pero si eres tan inocente como para quitártelo (y nosotros lo somos), inexorablemente comenzará a llover a los pocos minutos. Es una ley insoslayable establecida por algún jodido Murphy escandinavo. Bueno, pues durante un tramo en el que (pardillos de nosotros) no circulábamos con la “Configuración lluvia”, es decir, que no teníamos el mono de lluvia puesto, al cabrito del Murphysson ese se le ocurrió aplicar la correspondiente normativa respecto a la pluviosidad en su grado máximo, y nos cayó encima el Diluvio Universal en tamaño King-size subiendo un puerto de montaña. Fue un momento bastante fastidioso, porque es que yo no veía nada. El problema era que al ir la moto más cargada de atrás (ahora lleva otra persona más y su equipaje), la parte trasera desciende por el peso y ahora los ojos me quedan por debajo del deflector que suplementa la pantalla de la moto. De este modo, tenía delante las gotas de agua del casco y las de la pantalla de la moto, y veía menos que un gato de escayola. Me prometí interiormente que en cuanto pudiera quitaría el deflector (y así lo hice), pero de momento no podía hacer otra cosa que continuar. Detenerse bajo aquella lluvia torrencial, en una carretera sin arcén ni nada parecido, era demasiado peligroso: la visibilidad era muy, muy reducida y las probabilidades de que otro vehículo nos embistiera, grandes. De modo que continuamos, bajo la fuerte lluvia y el frío cada vez más intenso, subiendo el puñetero puerto. Por fin pudimos detenernos, al llegar arriba había una explanada con algunas construcciones y allí paramos un momento. Hacía un fresquito bastante considerable, teníamos la nieve a pocos metros. Después de unos minutos de descanso, emprendimos la bajada. La lluvia ahora era mucho más ligera, pero a cambio nos metimos en un banco de niebla muy espesa, que nos acompañó hasta casi abajo del todo. De nuevo pusimos las luces de emergencia para intentar hacernos un poco más visibles, y forzando la vista al máximo conseguimos salir de la niebla. Vaya momentitos, amigos!


Aquí mismo paramos, ahora que llueve menos.
Este sitio será el monte Ararat, no?
(donde el Arca de Noé se posó después del Diluvio)
 


Qué fresquito...y qué pechá de agua, Pishita!
 

El cansancio va haciendo mella. De vez en cuando notaba un cabezazo en el casco, y es que Begoña se estaba durmiendo. Lo cual tampoco es tan raro, de hecho le sucedió varias veces en distintos días. Lo que sí era más raro, y más peligroso, es que a mí también se me cerraban los ojos…eso nunca me había sucedido sobre la moto. A pesar del cansancio, y gracias a las frecuentes y acostumbradas paradas en gasolineras y supermercados, continuamos camino hasta que llegamos a Storslett, donde decidimos pernoctar. 



Más mala cara que los pollos del Pryca
¿Del Pryca? Pero qué antiguo eres!!!



Nos dirigimos a la oficina de Turismo a ver si nos daban alguna orientación, pero ya estaba cerrada. Como cerca había indicaciones de “Hotel”, nos acercamos a preguntar, pero era más bien carillo… Creíamos haber visto un camping a la entrada con buen aspecto así que volvimos sobre nuestros pasos a buscarlo. Jaaaar…pues no, nos hemos equivocado, debimos de verlo a la entrada del pueblo anterior. Pero bueno, un camping sí que hay aunque no sea el que creíamos, de modo que preguntamos. Nos enseñan los hytters libres, pero no nos convencen porque no tienen aseo dentro y las duchas no están cerca, así que volvemos al pueblo a seguir buscando. Un poco pasado Storslett encontramos un Guesthouse con varias motos en la puerta, lo que nos parece un buen augurio, así que decidimos preguntar. Como suele suceder, es tarde y tenemos que llamar por teléfono para que venga alguien a atendernos. El hombre que nos atiende es alemán, y no es muy despierto. Pero la habitación está bien, y tiene aseo con ducha dentro a pesar de que nos había dicho que no. Ya te digo que muy despierto no era el hombre…

Después de la preceptiva ducha, salimos a comprar víveres a un supermercado de los que cierran a las once de la noche. Lo bueno es que aquí el horario de los supermercados está escrito con letras enormes, de modo que mientras circulamos por la carretera vamos calculando -según la hora que sea- a cuál podremos ir.
Después de comprar los alimentos fundamentales en la dieta de todo rudo motero (fiambre de pavo, fruta, Coca cola Light y algún yogur), buscamos algún sitio abierto para cenar, lo cual a veces no es tan fácil en estas pequeñas poblaciones.

Por suerte encontramos un burguer donde, además de cenar, se confirmó la vena artística fotográfica de Javier que se había destapado en Rovaniemi: por algún motivo ignoto le atraían las parejas de objetos, de modo que el tema artístico del viaje será “la paridad”.
Después de cenar, montamos en nuestras infatigables motos y cruzamos de nuevo el puente que hay a la salida de Storslett, de vuelta hacia nuestras habitaciones a por el merecido descanso por fin.

 


MÁS FOTILLOS DEL DÍA:




Aquí hasta los cementerios son bonitos!
¿Qué es aquello que hay al fondo a la izquierda? Sí, un put... reno!!!




Fotillo panorámica, y Begoña sacudiendo cabellera al viento




Y venga de llové, oiga!