Blog para no olvidar mi viaje en moto a Nordkapp y Noruega. Y, bueno, algún otro viajecillo. Sin más pretensiones.

Primer viaje: Nordkapp en verano 2011, lo que viene a ser una vuelta en moto a lo largo de 8 países, en 17 días y con 13.000 kilómetros recorridos (11.000 en moto y 2.000 en ferrys)

Segundo viaje: Escapada a Marruecos en Navidad 2012.

Tercer viaje: Rumbo a Turquía: viaje en solitario a Turquía pasando por los Balcanes, en verano 2015. Casi 10.500 kms y 10 o 12 países (según se mire)

Cuarto viaje: THERE AND BACK AGAIN. Viaje en solitario a Lituania. Más de 8.000 kms en 8/9 días.

domingo, 6 de noviembre de 2011

DIA 13: martes 26 de julio. LÆRDAL - OSLO 315 kms




Las calles están mojadas. Ha llovido toda la noche. Ahora no llueve, pero el cielo está cubierto de espesas nubes. Frente al hotel, el agua se desliza por las laderas del monte, formando delgadas cascadas. Las manos de la Doctora Amor han producido efecto, y Javier se encuentra mucho mejor, aunque aún está bastante débil y aparenta haber perdido varios kilos. Desayunamos en el hotel y recogemos nuestras cosas, que ayer dejamos esparcidas por toda la habitación para que se secaran. Los guantes y las botas han pasado la noche sobre el radiador y están totalmente secos, como todo lo demás. Así que cargamos las motos, quitamos un poco de agua de los asientos antes de sentarnos en ellos, y partimos hacia Oslo enfundados en nuestros monos de lluvia.


Ayer hicimos pocos kilómetros, aunque nos parecieron más largos que el cinturón de Falete. Menos mal que habíamos apretado el ritmo y llevábamos un día de ventaja respecto al plan original, de manera que teníamos algo de margen para este tipo de eventualidades. Siempre sabes que puedes caer enfermo durante un viaje, pero confías en que no suceda. Lo importante es que Javier ya está bien, lo cual se evidencia claramente a través de sus continuos comentarios acerca de la doctora de anoche. No me perdona que no hiciera fotos jajaja!


Paramos en una gasolinera, y como la lluvia es fina nos quitamos los monos de agua, que son un coñazo para ir al baño y demás. Observo con asombro el cuajo que tienen los noruegos: junto al surtidor, un conductor que ha repostado espera sentado al volante a que vuelva su mujer del interior de la gasolinera. Mientras, come tranquilamente un sándwich. Al rato, la mujer sale, se acerca al coche, vuelve al edificio, deslía su bocadillo y tira el papel a la papelera. Parsimoniosamente. Vuelve sin prisas al coche. Intercambian algunas palabras y por fin arrancan el coche. A todo esto, hay otro coche esperando para repostar, pero simplemente espera su turno, sin alterarse lo más mínimo. Madre mía, en España habrían reventado la bocina y le habrían gritado de todo, eso si no le daban dos tortas directamente. Definitivamente, esta gente no conoce el significado de la palabra “estress”. Me da envidia esta tranquilidad. Noruega incita a la calma.





Por supuesto comienza a llover torrencialmente, ya que nos hemos quitado los monos. Afortunadamente la cordura y las botas resisten bien y no nos mojamos. Hacemos una paradita en un cámping para comer una manzana, y Javier aprovecha para comprar la famosa pegatina de “Peligro: renos”, que más tarde colocaremos en las maletas de la moto (yo compré la mía en Nordkapp, pero él lleva días intentando comprarla). Mientras sale, nosotros esperamos bajo un saliente del tejado, sorprendiéndonos una vez más al ver cómo la gente va de un lado a otro sin reparar en la lluvia. De hecho, la mayoría de los que vemos en el cámping no llevan ni un simple chubasquero, y algunos niños incluso van descalzos. Está claro que están más acostumbrados a la lluvia que al sol, tan es así que incluso su pelo está adaptado: ese pelo rubio pajizo y estropajosos que tienen se mantiene como si no se mojara, no se chafa con la lluvia como el nuestro. También es verdad que aquí la lluvia suele ser más fina y persistente, no como en nuestra tierra que llueve poco pero con chaparrones torrenciales.


Algunos kilómetros después el tráfico se vuelve denso de repente. Los arcenes están llenos de personas, y hay flores y velas por todos lados. Estamos pasando junto a la isla de Utøya, donde hace cuatro días el salvaje asesino Anders Breivik mató a cerca de setenta niños que estaban pasando unos días de campamento de verano, poco después de hacer explosionar un coche bomba que dejó otros nueve muertos en Oslo. Nos detenemos en un pequeño ensanche en el arcén, y durante unos momentos nos unimos a las personas que en silencio rezan, recuerdan o simplemente tratan de comprender lo incomprensible, cómo una persona puede estar tan desquiciada como para hacer lo que este desalmado ha hecho.

Al detenernos, la moto se nos ha caído al suelo. Creía que tenía la primera marcha engranada, cuando en realidad iba en segunda, y al reducir la velocidad casi a cero el motor se paró bruscamente. Bueno, esto me ha sucedido otras veces y nunca había terminado con la moto en el suelo, pero es que esta moto tiene una mala costumbre: cuando el motor se “cala”, la moto se tumba a dormir. Así, directamente, sin darte opción a opinar. De modo que, a pesar de que intentamos entre los dos que la moto no se acostara, sólo pudimos ralentizar la caída, pero la moto acabó finalmente aparcada en horizontal. Rápidamente, y con la ayuda de Javier, la pusimos de nuevo de pié, y constatamos que, por suerte, no tenía ningún desperfecto.

Entramos a Oslo por la circunvalación, que es la única autovía que hay en toda Noruega, y nos dirigimos al muelle de Hjortenskaia, de donde suponemos que sale el ferry que nos debe llevar a Alemania. Son las 16:02, y la puerta está cerrada: el horario es hasta las 16:00. Cansados y hambrientos, nuestro ánimo está más bajo de lo normal, y comenzamos a temernos que no podamos conseguir tickets para el día siguiente. Por suerte observo que, en el papel donde figura el horario de apertura, hay un número de teléfono, intentaremos reservar plaza telefónicamente. Pero por ahora la urgencia es almorzar y descansar un poco, de manera que dirigimos nuestros manillares hacia el centro de Oslo.


En esta plaza paramos a comer en un kebab
que hay detrás del cacho mano.
Nos detenemos en una plaza al azar, simplemente porque hay una moto parada junto a la acera. Venga, vamos a comer aquí mismo ¡rayos, pero si es otro Kebab! Ffff…no hay más remedio: no nos quedan fuerzas para seguir buscando. Poco a poco la comida y la Coca Cola van haciendo efecto y vamos recuperando las energías. Después de varios intentos, por fin conseguimos hablar con Color Line, la compañía del ferry que va a Kiel (Alemania), y compramos los billetes por teléfono. A los pocos segundos recibo un sms con el código y los detalles de hora y precio. Genial.

Peluquería "PELUDO". ¡Pa tirarse de los pelos!
Repuestos de energía y ánimo, callejeamos buscando una gasolinera, que por cierto nos costó bastante encontrar. Frente a la gasolinera vimos una peluquería de curioso nombre: "Peludo". Después de llenar los depósitos buscamos alojamiento, y encontramos habitación triple a buen precio en el Hotel Perminalen, que no está demasiado lejos del centro. Camino del Hotel, vemos como docenas de motos se van reuniendo en una de las plazas para una concentración en solidaridad con las víctimas de los atentados.

Después de ducharnos, salimos a pasear por la ciudad. Resulta que al final de la calle está la plaza donde hemos almorzado en el kebab, mira tú qué casualidad. Como Oslo parece una capital más bien pequeña, decidimos ir caminando hasta el parque Vigeland, al otro extremo de la ciudad. Nos dirigimos hacia Karl Johans Gate, la calle principal, y observamos con asombro cómo hay flores y velas por todas partes. En cada escalón, en cada semáforo, en cada orificio de la pared han colocado flores y velas. Es bello y sobrecogedor a la vez.





En Stortinget (el Parlamento) las vallas están envueltas en cientos de flores, y a los pies del león de piedra el suelo está alfombrado de velas, flores, banderas de Noruega, fotos de las víctimas adolescentes y poesías de sus amigos y compañeros. Se respira tristeza. El pueblo noruego ha sido duramente golpeado, y el dolor ha calado hondo en estas pacíficas gentes.







 Subimos por Karl Johans Gate hasta Kongelige Slott, el Palacio Real. En la calle que asciende hasta el palacio, han formado una línea central de flores y velas, que se convierten en un corazón al llegar a la explanada frente al palacio. Lo rodeamos para continuar hacia Frognerparken, más conocido como Vigelandsparken.
 Delante de nosotros camina un soldado de la Guardia Real, y Mesala camina detrás parodiando sus movimientos. No está mal para desdramatizar un poco el ambiente…


Atravesamos Frogner, barrio pijo con embajadas y viviendas de los políticos noruegos, hasta llegar a nuestro destino, donde vemos las más de doscientas esculturas de hombres, mujeres y niños esculpidas por Gustav Vigeland.








Javier está agotado, así que volvemos a Oslo en tranvía. Nos bajamos en una de las paradas del centro, y después de cenar en un restaurante japonés, volvemos caminado al hotel por Karl Johans Gate de nuevo.

Hay bastante animación, muchas personas están cenando en las terrazas. Junto al Hard Rock Café hay un montón de motos, como sucede con cierta frecuencia.

Las calles no parecen las mismas de noche, nos hemos despistado y nos hemos pasamos de la calle del hotel. Ahora estamos junto a unos muelles, las calles están oscuras y son algo sórdidas.
Javier dice algo acerca de una chica que está en la calle, dice que es una prostituta. Justo en ese momento llega un taxi y se monta en él. Yo le digo que es un mal pensado, y que era una chica normal…entonces me doy cuenta de en todas las esquinas, unas chicas con minifalda dan cortos paseos, sin alejarse del lugar. Javier dice que sí, sí, malpensado…lo que pasa es que yo soy demasiado inocente…pues va a ser que sí brrr!! En fin, apretamos un poco el paso y pronto salimos de aquella zona, llegando en pocos minutos a la plaza donde habíamos almorzado en el kebab, una vez más. Nos tomamos la última copa en una agradable terraza, y nos vamos al hotel.

Hoy ha sido un día un poco triste, además de cansado. Al menos no nos ha llovido en toda la tarde y hemos podido dar un paseo caminando, que ya es algo. Nos dejamos mucho por ver en Oslo, así que nos conjuramos para volver pronto. Además, es la última noche para Begoña, puesto que mañana volverá a España en avión. Otro motivo más para estar tristes, al menos Begoña y yo. Nos vamos a dormir con cierta nostalgia ya.

DEL DÍA LAS TENGO, OIGA, FRESQUITAS DEL DÍAAA!!! ¿QUIÉN QUIERE UNAS FOTILLOS DE GRATI? QUESTAMOS QUE LO TIRAMOS, OIGAAA!!! 



On the road again.




Y venga agua...


  

Mesala y sus estiramientos pierna-hombro.
Zipi y Zape

















Qué carita de agotamiento...
ni sonreir en condiciones puede!




Casi la misma postura








Con el un, dos, tres...
Por la jungla hay que marchar,
Con un paso muy marcial...



Moto con remolque para el perro. El dueño pretende que le dejes propina si le haces una foto. Sin comentarios.




domingo, 9 de octubre de 2011

DIA 12: lunes 25 de julio. BERGEN - LÆRDAL 206 kms


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Cumpliendo con la tradición, llueve en Bergen cuando nos despertamos, si bien la lluvia es como la de anoche, suave y nada molesta.
Nuestra intención es llegar a Oslo hoy. Infelices…aún no sabemos lo que nos espera! Nos levantamos y desayunamos en el Hotel. En realidad el hotel consta de dos edificios separados, están en la misma calle aunque separados unos 50 metros y en aceras opuestas, y el restaurante está en el otro edificio, en la primera planta. Bajamos al terminar el desayuno y vemos que junto al mostrador de recepción hay unos ordenadores para uso de los clientes (realmente estamos ya en la civilización), así que después del check-out me conecto a Internet por primera vez desde que comenzó el viaje, para ver si hay algo urgente en el correo. Como no veo nada importante, renuncio a contestar ningún correo, ni entro en Facebook. Quiero mantener vivo lo que quede de viaje-aventura.

Ya que estamos en terreno civilizado, decidimos comportarnos como cualquier turista convencional, y cámara en ristre nos dirigimos a Torget a ver lo típico de Bergen –aparte de la lluvia, claro-, a saber: el mercado del pescado y la calle Bryggen. Junto al mercado del pescado hay varios puestecillos donde comprar todo tipo de recuerdos y souvenirs. Como es lógico picamos y compramos algunas cosillas para los niños, que serán los únicos recuerdos que traigamos a España, dado lo limitado del espacio disponible en las motos (lo cual es una suerte, porque vaya precios…).







Paseamos por el muelle, junto a las casas de la calle Bryggen, que nos recuerdan mucho a las de Amsterdam.

Actualmente quedan 62 de estas casas de madera, por desgracia han sufrido muchos incendios, pero afortunadamente han sido reconstruidas siguiendo los antiguos diseños y métodos. Estas casas eran antiguos almacenes, oficinas y viviendas de los comerciantes de la Hansa, convertidas en tiendas, estudios, talleres de artesanía y restaurantes, que han sido reconocidas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Como recordaréis, la Liga Hanseática… bueno, vale, no os acordáis ni un pijo, pero os suena, ¿verdad que sí? Coño, lo vimos en el instituto… sí hombre, hace miles de años, cuando en la pizarras se escribía con tiza… Como decía, la Liga Hanseática o Hansa (significa “liga” o “gremio” en alemán de la época) era una asociación mercantil que agrupaba más de 100 ciudades y comunidades de comerciantes alemanes en el norte de Alemania, el mar Báltico, los Países Bajos, Noruega, Suecia, Inglaterra, Polonia, Rusia, Finlandia, Dinamarca, así como lugares de lo que ahora es Estonia y Letonia, y que llegó a tener un enorme poder político y militar. La ciudad de Bergen fue una de las cuatro más importantes de este imperio comercial desde el siglo XIV hasta mediados del XVI. Siiii, vaaaale, lo he tenido que mirar en la guía que compraaamos, ¿qué pasa? Pero que la Liga Hanseática era una asociación mercantil de Alemania y otros sitios, eso sí me lo sabía, eh?

Recorremos el muelle de vuelta, contemplando ese antiguo paisaje urbano que en otro tiempo era común en el norte de Europa, hasta el mercado del pescado (Fisketorget). Allí hay puestos de lo más variado, no sólo de pescado, también hay puestos de souvenirs, artesanía sami, ropa, juguetes, paraguas, frutas y flores.



Eso sí, en todos los puestos hay españoles o alguien que habla español trabajando, e intentaban llamar nuestra atención en cuanto nos oían hablar: “¡Hola! ¿de dónde sois?” y así iniciaban una conversación que inevitablemente acababa dándote a probar algún pescado e intentando que comprases algo. No hay que olvidar que están trabajando, son vendedores, no turistas que han coincidido casualmente contigo allí. Este es uno de los lugares clásicos donde buscan trabajo los españoles que vienen a Noruega (por lo visto a partir de mayo hay Erasmus en todos los puestos hasta octubre), ya que a Bergen vienen muchos turistas españoles y en los puestos necesitan gente que hable español. Como curiosidad, pude probar la carne de ballena, que viene a ser algo así como la mojama. Realmente es carne, no es pescado, ya que la ballena no es un pez, sino un mamífero.



Compramos unos bocadillos de salmón con gambas (muy típico allí) para comerlos más tarde, y unas cervecitas. Posteriormente nos dimos cuenta de que los compramos en el único puesto donde no había españoles. Joder qué desastre somos…en fin, no nos dimos cuenta, qué le vamos a hacer.



Cargamos las motos y abandonamos Bergen bajo una lluvia cada vez más molesta. Javier me dice por el intercomunicador que no se encuentra bien. Esperemos que no sea nada y se le vaya pasando (si, si…).

Salimos de Bergen por la misma carretera por la que llegamos, con sus tropecientos túneles. Al llegar a Voss, se nos plantea una duda: el GPS dice que vayamos por la derecha, y así lo hacemos, pero las señales de la carretera indican que vayamos por la izquierda. Pronto la carretera pasa de ser estrecha y “regulera”, a convertirse una sucesión de baches, ondulaciones y obras que ni la comarcal más cutre y abandonada de la España profunda. Así que suponemos que los que pusieron las señales de la carretera conocen mejor el terreno que el duende que vive dentro del GPS, que no es la primera vez que se hace la picha un lío, y nos damos la vuelta.
Salimos del camino de cabras (suerte de llevar una trail) y volvemos a la carretera, el tráfico es fluido pero hay bastantes coches y camiones. A pesar de la constante lluvia hay suciedad en la carretera y nos va dejando las botas y pantalones de color gris.
Pasamos por dos túneles bastante largos, y a la altura de Flam Javier me dice que está fatal. Paramos en un restaurante de carretera a ver si se recupera un poco, la verdad es que tiene la misma cara que una pescadilla enhariná. El sitio está bien, y aprovechamos para almorzar. Javier vuelve del baño y nos dice que ha vomitado. Pensamos: a ver si ya ha echado fuera lo que le hacía daño y se recupera.


Al cabo de un rato dice que se encuentra algo mejor, y que continuemos. Justo al salir del restaurante comienza otro túnel…¡¡de 25 kilómetros!! Joder, el túnel de Lærdal, el puto túnel más largo del mundo!!! Al poco rato de entrar en él, Javier comienza a agobiarse. Piensa en parar, pero ¿cómo parar aquí? ¿y luego qué haces? No hay más narices que seguir hacia delante. Está enfermo y comienza a darle claustrofobia. Me dice por el intercomunicador: “Badu, tío, no dejes de hablarme, por favor, no dejes de hablarme, por lo que más quieras” Joder cómo está este pobre…así que me pasé los 25 puñeteros kilómetros hablando sin parar, exprimiéndome mis escasas neuronas, y sin más respuesta que algún débil monosílabo muy de vez en cuando. Como ya os he comentado, los túneles aquí son como grutas: largos, estrechos y oscuros, aunque éste tal vez esté un poco más iluminado. Pero de repente, veo un extraño resplandor azulado a lo lejos…no puede ser la salida todavía, ¿qué coño es eso? Al acercarnos veo que justo allí el túnel se ensancha y es más alto, y una misteriosa luz azul ilumina ese espacio. Por un momento me parece que es hielo, que estamos en una caverna de hielo y la luz se filtra desde el exterior. Resulta ser el primero de tres grandes ensanches diseñados para descansar la vista y romper la monotonía, y así evitar la sensación de claustrofobia.





El vídeo no es nuestro, lo he tomado de Youtube para que os hagáis una idea.

Por fin llegamos a la salida del túnel, hay una rotonda y un restaurante. Paramos allí, y Javier sólo tiene tiempo de levantarse la mentonera del casco y ¡hala! a vomitar otra vez, aún sentado sobre la moto. Se baja de la moto, y yo aparco su moto y la mía junto a un porche con unas mesas de madera, en plan merendero, para al menos resguardarnos de la lluvia. Cuando vuelvo a por Javier, no está. Miro dentro del restaurante. Nada. Ha desaparecido. Rodeo el edificio, y veo una señal de “Aseos”, me acerco y veo a cuatro o cinco personas mirando una puerta y a alguien manipulando la cerradura. Sí, amigos, Javier se había metido en el baño y se había quedado encerrado dentro, no se podía abrir la puerta. Este tío es gafe!!! Llego allí justo cuando un empleado del restaurante ha conseguido abrir la puerta, y sale Javier con la cara más blanca que el culo de Andrés Iniesta. Mientras descansa tumbado sobre la mesa, Begoña habla con un sesentón que viene con su BMW de dar un paseíto por Alemania y Suecia, que nos indica que Lærdalsøyri está muy cerca y allí hay hoteles donde podremos descansar. Con un Javier al borde del agotamiento, nos dirigimos allí. El primer hotel está lleno, pero en el segundo hay suerte. Dejamos a Javier en la habitación y vamos a comprarle bebida isotónica, porque se está deshidratando entre los vómitos y la diarrea. Begoña le ha dado alguna medicación pero en pastillas, y como vomita constantemente no le hace efecto. En vista de lo cual llamamos por teléfono al centro de salud, a ver si pueden ponerle algo intravenoso. Contestan que el médico llegará en unos 30 minutos. Transcurrido ese tiempo, llaman a la puerta y es el recepcionista con el médico. Me pregunta “¿Es usted el enfermo?” -No, no, es ése- le señalo.
El médico no es exactamente como yo esperaba, no sé porqué pero me imaginaba a una especie de Doctor Mateo pero de dos metros de altura y más fondón. Y en vez de eso, aparece una treintañera de 1.75, rubia y con los ojos azules, unas zapatillas Asics y con unos vaqueros ajustados que cuando se agachaba se le veía no la hucha, sino el Banco de Noruega entero. Lo que comúnmente denominamos un pibón, vaya. Claro, apenas vio a semejante sanitaria, Javier mejoró con gran rapidez tanto física como anímicamente…y eso que la tía no le hizo nada, sólo nos dijo que siguiéramos dándole bebida y que si no mejoraba lo ingresásemos al día siguiente, cobró, y se largó. Pero Javier dice que sólo con levantarle la camiseta y tocarle fue suficiente…su ángel sanador, le llamaba…
Salgo a la calle a por el resto del equipaje y relleno un poco de aceite la moto. Me zampo el bocadillo de salmón y gambas de Bergen para cenar, y a dormir, a ver si mañana Javier está en condiciones de continuar viaje. Que sueñes con tu dulce ángel salvador…

LAS CONSUETUDINARIAS FOTOS EXTRAS:

Esta vez hay pocas fotos. He intentado poner una foto de Javier enfermo, pero me las bloquea el antivirus, de la mala cara que tiene… Respecto a la “Doctora Amor”, no hay fotos porque Begoña me lo prohibió taxativamente cuando me vio coger la cámara disimuladamente… ¿quién entiende a las mujeres? En fin, que os quedáis sin verla. Se siente…




Con tanta lluvia, el agua sale por todos lados.



Pues eso, por todos lados.