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Cumpliendo con la tradición, llueve en Bergen cuando nos despertamos, si bien la lluvia es como la de anoche, suave y nada molesta.




Paseamos por el muelle, junto a las casas de la calle Bryggen, que nos recuerdan mucho a las de Amsterdam.

Recorremos el muelle de vuelta, contemplando ese antiguo paisaje urbano que en otro tiempo era común en el norte de Europa, hasta el mercado del pescado (Fisketorget). Allí hay puestos de lo más variado, no sólo de pescado, también hay puestos de souvenirs, artesanía sami, ropa, juguetes, paraguas, frutas y flores.

Eso sí, en todos los puestos hay españoles o alguien que habla español trabajando, e intentaban llamar nuestra atención en cuanto nos oían hablar: “¡Hola! ¿de dónde sois?” y así iniciaban una conversación que inevitablemente acababa dándote a probar algún pescado e intentando que comprases algo. No hay que olvidar que están trabajando, son vendedores, no turistas que han coincidido casualmente contigo allí. Este es uno de los lugares clásicos donde buscan trabajo los españoles que vienen a Noruega (por lo visto a partir de mayo hay Erasmus en todos los puestos hasta octubre), ya que a Bergen vienen muchos turistas españoles y en los puestos necesitan gente que hable español. Como curiosidad, pude probar la carne de ballena, que viene a ser algo así como la mojama. Realmente es carne, no es pescado, ya que la ballena no es un pez, sino un mamífero.


Compramos unos bocadillos de salmón con gambas (muy típico allí) para comerlos más tarde, y unas cervecitas. Posteriormente nos dimos cuenta de que los compramos en el único puesto donde no había españoles. Joder qué desastre somos…en fin, no nos dimos cuenta, qué le vamos a hacer.
Cargamos las motos y abandonamos Bergen bajo una lluvia cada vez más molesta. Javier me dice por el intercomunicador que no se encuentra bien. Esperemos que no sea nada y se le vaya pasando (si, si…).

Salimos del camino de cabras (suerte de llevar una trail) y volvemos a la carretera, el tráfico es fluido pero hay bastantes coches y camiones. A pesar de la constante lluvia hay suciedad en la carretera y nos va dejando las botas y pantalones de color gris.
Pasamos por dos túneles bastante largos, y a la altura de Flam Javier me dice que está fatal. Paramos en un restaurante de carretera a ver si se recupera un poco, la verdad es que tiene la misma cara que una pescadilla enhariná. El sitio está bien, y aprovechamos para almorzar. Javier vuelve del baño y nos dice que ha vomitado. Pensamos: a ver si ya ha echado fuera lo que le hacía daño y se recupera.
Al cabo de un rato dice que se encuentra algo mejor, y que continuemos. Justo al salir del restaurante comienza otro túnel…¡¡de 25 kilómetros!! Joder, el túnel de Lærdal, el puto túnel más largo del mundo!!! Al poco rato de entrar en él, Javier comienza a agobiarse. Piensa en parar, pero ¿cómo parar aquí? ¿y luego qué haces? No hay más narices que seguir hacia delante. Está enfermo y comienza a darle claustrofobia. Me dice por el intercomunicador: “Badu, tío, no dejes de hablarme, por favor, no dejes de hablarme, por lo que más quieras” Joder cómo está este pobre…así que me pasé los 25 puñeteros kilómetros hablando sin parar, exprimiéndome mis escasas neuronas, y sin más respuesta que algún débil monosílabo muy de vez en cuando. Como ya os he comentado, los túneles aquí son como grutas: largos, estrechos y oscuros, aunque éste tal vez esté un poco más iluminado. Pero de repente, veo un extraño resplandor azulado a lo lejos…no puede ser la salida todavía, ¿qué coño es eso? Al acercarnos veo que justo allí el túnel se ensancha y es más alto, y una misteriosa luz azul ilumina ese espacio. Por un momento me parece que es hielo, que estamos en una caverna de hielo y la luz se filtra desde el exterior. Resulta ser el primero de tres grandes ensanches diseñados para descansar la vista y romper la monotonía, y así evitar la sensación de claustrofobia.
El vídeo no es nuestro, lo he tomado de Youtube para que os hagáis una idea.
Por fin llegamos a la salida del túnel, hay una rotonda y un restaurante. Paramos allí, y Javier sólo tiene tiempo de levantarse la mentonera del casco y ¡hala! a vomitar otra vez, aún sentado sobre la moto. Se baja de la moto, y yo aparco su moto y la mía junto a un porche con unas mesas de madera, en plan merendero, para al menos resguardarnos de la lluvia. Cuando vuelvo a por Javier, no está. Miro dentro del restaurante. Nada. Ha desaparecido. Rodeo el edificio, y veo una señal de “Aseos”, me acerco y veo a cuatro o cinco personas mirando una puerta y a alguien manipulando la cerradura. Sí, amigos, Javier se había metido en el baño y se había quedado encerrado dentro, no se podía abrir la puerta. Este tío es gafe!!! Llego allí justo cuando un empleado del restaurante ha conseguido abrir la puerta, y sale Javier con la cara más blanca que el culo de Andrés Iniesta. Mientras descansa tumbado sobre la mesa, Begoña habla con un sesentón que viene con su BMW de dar un paseíto por Alemania y Suecia, que nos indica que Lærdalsøyri está muy cerca y allí hay hoteles donde podremos descansar. Con un Javier al borde del agotamiento, nos dirigimos allí. El primer hotel está lleno, pero en el segundo hay suerte. Dejamos a Javier en la habitación y vamos a comprarle bebida isotónica, porque se está deshidratando entre los vómitos y la diarrea. Begoña le ha dado alguna medicación pero en pastillas, y como vomita constantemente no le hace efecto. En vista de lo cual llamamos por teléfono al centro de salud, a ver si pueden ponerle algo intravenoso. Contestan que el médico llegará en unos 30 minutos. Transcurrido ese tiempo, llaman a la puerta y es el recepcionista con el médico. Me pregunta “¿Es usted el enfermo?” -No, no, es ése- le señalo.
El médico no es exactamente como yo esperaba, no sé porqué pero me imaginaba a una especie de Doctor Mateo pero de dos metros de altura y más fondón. Y en vez de eso, aparece una treintañera de 1.75, rubia y con los ojos azules, unas zapatillas Asics y con unos vaqueros ajustados que cuando se agachaba se le veía no la hucha, sino el Banco de Noruega entero. Lo que comúnmente denominamos un pibón, vaya. Claro, apenas vio a semejante sanitaria, Javier mejoró con gran rapidez tanto física como anímicamente…y eso que la tía no le hizo nada, sólo nos dijo que siguiéramos dándole bebida y que si no mejoraba lo ingresásemos al día siguiente, cobró, y se largó. Pero Javier dice que sólo con levantarle la camiseta y tocarle fue suficiente…su ángel sanador, le llamaba…
Salgo a la calle a por el resto del equipaje y relleno un poco de aceite la moto. Me zampo el bocadillo de salmón y gambas de Bergen para cenar, y a dormir, a ver si mañana Javier está en condiciones de continuar viaje. Que sueñes con tu dulce ángel salvador…
LAS CONSUETUDINARIAS FOTOS EXTRAS:
Esta vez hay pocas fotos. He intentado poner una foto de Javier enfermo, pero me las bloquea el antivirus, de la mala cara que tiene… Respecto a la “Doctora Amor”, no hay fotos porque Begoña me lo prohibió taxativamente cuando me vio coger la cámara disimuladamente… ¿quién entiende a las mujeres? En fin, que os quedáis sin verla. Se siente…
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Con tanta lluvia, el agua sale por todos lados. |
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Pues eso, por todos lados. |
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